Elizabeth Jane Cochran (1864-1922) llegó al periodismo por indignación, cuando a los 16 años escribió una carta anónima al director del Pittsburgh Dispatch, arremetiendo contra una columna de opinión que se había publicado bajo el título "¿Para qué sirven las mujeres?".
Ella, que conocía la pobreza desde que a los seis años murió su padre (sin testamento, el Estado se quedó con todo), que se había ocupado de cuidar de sus hermanos, que tenía que pagarse sus estudios trabajando, que soportaba en casa a un padrastro violento y alcohólico, que se indignaba a diario por su sociedad y su pais, consiguió con su protesta una oportunidad inesperada y desde entonces no dejó nunca de ejercer el periodismo como lo que debería ser: queja, crítica, desafío, descubrimiento, investigación, compromiso.

Firmando con el pseudónimo de Nellie Bly, porque en la época se consideraba indecoroso que una mujer publicara en un periódico bajo su propia identidad, Cochran escribió sus primeros artículos sobre los temas que mejor dominaba: el maltrato infantil, la discriminación laboral, la dureza de la vida de las divorciadas en una sociedad patriarcal y misógina. Tampoco dejó que se le cerraran puertas; para exponer las condiciones extremas en que trabajaban las mujeres de finales del siglo XIX en las fábricas y para relatar el régimen de semi esclavitud en que vivían las sirvientas pobres en casa de las familias ricas, se convirtió en una de ellas: es el nacimiento del periodismo encubierto, que le valió convertirse en una de las periodistas más prestigiosas de su época y en un referente para todas las demás.

Pero como a toda acción sigue una reacción, los anunciantes del periódico amenazaron con retirar la publicidad si se seguían publicando ese tipo de artículos y Bly fue traspasada poco después a la sección de cocina, jardinería y moda. No llegó a escribir un sólo texto para esta sección. No se resignó. Pidió ser enviada como corresponsal a México, entonces una dictadura en manos del general Porfirio Díaz. Tenía 21 años.

Bly no duró mucho en México: sus crónicas contra la represión, la censura y la corrupción de la dictadura provocaron su expulsión del país, en 1886 estaba ya de vuelta en Pittsburgh y como su oferta laboral no había variado, y se negaba a escribir para una sección sin valor alguno, abandonó el periódico y se trasladó a Nueva York, donde pretendía obtener un puesto en uno de los principales periódicos del país, el New York World de Joseph Pulitzer.

Cuatro meses después, en septiembre de 1887, Bly consiguió ser contratada y se unió a la redacción del World, adscrita a la sección de investigación. Encargada de un artículo sobre la brutalidad en los sanatorios mentales públicos femeninos, consiguió infiltrarse como una enferma mental más en el manicomio de la isla de Blackwell en Nueva York, sin tener plena seguridad en si (y cómo) llegaría a salir. Y como una enferma mental más conoció la brutalidad y la negligencia, el profundo maltrato al que las mujeres eran sometidas, y el alarmante empeoramiento de las pacientes que en muchos casos, como el suyo, ni siquiera estaban enfermas, sino que habían sido confinadas allí por otros motivos por sus padres, maridos o el propio Estado. Su reportaje tuvo el mayor éxito que podía esperar, que Blackwell fuera investigado y condenado judicialmente y que se aumentara la tutela y el presupuesto para estas instituciones.

Dos años después, en 1889, consiguió que Pulitzer la enviara a cubrir una historia muy especial: comprobar si era posible dar la vuelta al mundo en 80 días, como había escrito Julio Verne en su novela de 1872. Ella lo hizo en 72 días, enviando puntualmente sus crónicas sobre las condiciones de vida, las infraestructuras, la política, y como no, el trato reservado a las mujeres, la infancia y las minorías en cada lugar que visitaba. Este viaje la convirtió en una estrella, y a su retorno era una reportera consagrada, con sólo veinticinco años, sin embargo, el World se negó a aumentarle el sueldo, y como lo consideró una injusticia, abandonó el periódico y el periodismo.

Retirada ya de todo en 1895 Bly contrajo matrimonio con un industrial 40 años mayor que ella. A su muerte en 1904  se hizo cargo de su empresa con la determinación de aplicar sus propias ideas y mejorar las condiciones de los trabajadores, pero su inexperiencia en gestión económica llevó la empresa a la quiebra, y, arruinada, tuvo que volver en 1913 al periodismo en el New York Evening Journal, para el cual desarrolló su último trabajo, como corresponsal en Europa, cubriendo toda la Primera Guerra Mundial, en el frente Oriental, desde 1914 a 1919.

Nellie Bly murió de neumonía en Nueva York en 1922.