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Perfiles de personajes históricos que merece la pena conocer

Camille Claudel, la condenada

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Ilustración original de Aurelio Lorenzo
No hay biografía suya que no destaque sus demonios: su historia de amor y celos con Rodin y su caída en la locura, eclipsando casi totalmente una carrera de artista que pudo haber sido prestigiosa y lo que había detrás, una mujer fuerte y con talento, que fue durísimamente castigada por su forma de vida. Una mujer que mereció algo más.


Camille Claudel (1864-1943) nació en una familia adinerada y católica. Desde muy joven demostró interés y talento en el modelado, y aunque a su madre y hermanos les horrorizaban unas inquietudes artísticas que consideraban impropias de su género y su posición, consiguió convencer a su padre de que le facilitara una salida en el mundo del arte, después de que éste hiciera "examinar" sus aptitudes por un escultor de la época, Alfred Boucher.

Con 19 años comenzó a recibir clases de escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes en París y bajo la tutela de Boucher, a realizar sus primeras obras en un taller compartido con otras compañeras, hasta que el joven escultor parte a Roma y encomienda la tarea de dirigir el trabajo de las chicas a otro artista de moda en Francia: Auguste Rodin.

Éste será el inicio del calvario, y el principio de la leyenda que oscurecerá su vida y su obra. Camille es joven y hermosa, y está comenzando a explotar su fuerza creativa; Rodin es un escultor reconocido y acomodado, y un maestro que pronto hará de ella su favorita. La convertirá primero en su musa y amante, en compañera después, al compartir casa y taller donde crean por separado y también juntos, participando ella cada vez más en las grandes esculturas de él, como la famosa "Las Puertas del Infierno", a las que debe Rodin gran parte de su fama.

Pero mientras que para Camille esta casa adquirida en 1886 era su hogar, el escultor llevaba ya 23 años comprometido con otra mujer, su "amante oficial" a la que jamás abandonaría, y tampoco perdería ocasión de disfrutar del ascendente de su fama sobre muchas otras mujeres; y mientras que Camille trabajaba incansable buscando reconocimiento a su mérito y su trabajo, socialmente se la consideraba poco más que una posesión decorativa del escultor, una simple amante de la que presumir en exposiciones, viajes y fiestas, una traviata que exhibía su cuerpo desnudo en las obras de él, para oprobio aún mayor de la mayoría de la familia Claudel.

Pasaban los años, y la obra de Camille Claudel llegó a gozar de cierto prestigio entre la crítica, pero no recibía encargos. Trabajaba y exponía, pero no vendía. Era su relación con Rodín su gran losa, y no solo en lo profesional. Los celos y las discusiones son continuas, porque el escultor se negará siempre a abandonar a su primera compañera, incluso después de obligar a Camille con promesas de un auténtico compromiso a abortar hasta en dos ocasiones.

En 1898 Camille Claudel rompe definitivamente su relación con Rodin, marcando un punto de inflexión en su vida: vive su momento creativo más importante, su producción se hace más moderna y virtuosa, comienza una época de experimentación con materiales y colores.. pero en su cabeza algo ya ha hecho clic. Han sido demasiados años, demasiadas peleas, demasiado sufrimiento y humillaciones. Se siente culpable por sus embarazos frustrados y cada vez más convencida de haber malgastado su vida y su potencial, y así las crisis depresivas derivan en manía persecutoria, que la llevan a destruir gran parte de su obra y a cargar su ira contra Rodin, al que culpa de desprestigiarla para que nunca pudiera llegar a superarle. Su deterioro llegará a tal punto que en 1905 se la da por deshauciada y se organiza en París, a modo de extremaunción artística, una retrospectiva de toda su obra con trece grandes esculturas supervivientes a su propia hecatombe.

Pero no muere entonces, aunque deseará que así hubiera sido; porque el 3 de marzo de 1913 fallece su padre, el único en su familia que la había apoyado, y exactamente una semana después, el día 10, su madre ordena que sea ingresada en el psiquiátrico de Montdevergues, del que ya no saldrá nunca. Aún le quedan 30 años más de vida, y pese a su recuperación y sus ruegos, la familia la mantiene esos tres decenios encerrada, abandonada y sola: desde el primer día prohibieron que se la visitara, que recibiera cartas y noticias del exterior, y nunca fueron a verla; y así la mantuvieron hasta el día de su muerte en 1943. Ni siquiera reclamaron sus restos, enterrados sin identificación y finalmente perdidos en una obra de ampliación del centro.

De ella quedan un centenar de obras, custodiadas por la Fundación Rodin, y las cartas hechas públicas por los herederos de su hermano, el embajador y poeta Paul Claudel, en las que durante esos treinta años le suplicó ser liberada.

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One Comment

  1. Apasionante historia.Cada vez que la leo, me sigue impactando. La actitud, nefasta, de su familia, la supongo motivada por las presiones de la época; una gran lástima.